Los acordes de la manada.
- Daniel E. Posse
- 9 jun 2020
- 3 Min. de lectura

Estar de acuerdo es estar en una especie de acorde, es acordar, pero cuando hablamos de música, estamos hablando de un acorde, que está formado por su primera (tónica), su tercera y su quinta. La octava es la misma nota que la primera, suena más aguda. La diferencia entre un acorde mayor y un acorde menor reside en su tercera. De este tipo de acorde estoy hablando, y lo hago como una metáfora estridente e invisible, aguda y grave, que se esparce, como una lengua sedienta, y contamina y se vuelve cómplice de algunas conductas. Las vemos, las percibimos, no siempre las entendemos, y muchas veces nos convertimos en seres indiferentes, y nos refugiamos en una miopía, la cual consideramos es la más saludable para nuestra sobrevivencia. Saludable porque evitamos algunas formas de confrontación, pero eso es negarla en cierta manera, y al final muchas veces, cuando reaccionamos es tarde y sufrimos el efecto bola de nieve, para cuando nos atrevemos y queremos frenarla, ya no es una bola pequeña, es un alud, que termina por sepultarnos.
Esos acordes o acuerdos, a veces son implícitos y otras explícitos. Muchas veces también son conscientes y otras inconscientes, de todas formas, no importa cuál sea la fuente o la raíz inicial, o tal vez si, la verdad dejo eso para que lo pensemos. Sí en ellos no hay reflexión ni mirada crítica, terminamos siendo arrastrados a una multitud de incidentes, que pueden traer consecuencias. Esto me parece debe ser una cuestión a tener en cuenta en esas reflexiones y miradas críticas, no solo con los demás, sino fundamentalmente con nosotros mismos, en un ejercicio de introspección profundo y sincero. Claro está que si esos acordes encima dejan de ser individuales para ser colectivos, si en ellos no existen estos ejercicios, demasiadas veces se pierde el horizonte, y lo colectivo se vuelve masa, y la masa es peligrosa, porque en ella, la razón se anula, y todo se vuelve nada más que un impulso ciego, muchas veces anárquico y en otras, al carecer de una perspectiva racional y que incluya la diversidad, puede ser manipulada hacia lugares oscuros y trágicos. Aquí la masa puede convertirse en manada, y esa manada en un un arco destructor, en el que solo la desaparición de lo diferente, pareciera el único objetivo. Al fin y al cabo la definición de manada no es otra que un grupo de animales de la misma especie que se mueven en grupo, y muchas veces tienen un líder o guía. Ser parte de una manada, no es malo, lo malo es que en ella no haya espacio para lo diferente, en todos sus aspectos.
Lo que nos diferencia a los humanos del resto de los animales a mi parecer es la cultura, los hombres somos seres culturales, pero muchas veces, está diferencia, no quita que la manada exista, ni sus comportamientos animales. Esto lo podemos evidenciar, cuando se produce una violación en manada. Cuando en manada hacemos marchas o revoluciones, en las que terminamos por desvirtuar aquello que nos impulsaba inicialmente, o cuando la manada no se detiene ni un momento a reflexionar y pierde su horizonte, solo para conformar a un líder o un pensamiento único. La manada que está unida a una cultura e identificada con ella en sí, muchas veces ha usado el sentido de pertenencia a esa cultura como excusa para excluir, negar y aniquilar a otros, muchas veces argumentando que era una cuestión de sobrevivencia, como lo fue el holocausto, y aún hoy lo sigue siendo como argumento racial, religioso, sexual, económico y político, en determinado grupos, manadas y masas, que terminan exterminando a lo diverso.
Los acuerdos no son malos, acordar es sumar desde los que piensan o creen como nosotros y también desde la diferencia, lo malo es creer que esos acuerdos justifican la invisibilidad de lo diferente. Lo malo es creer que un acuerdo inicial no puede ser reacordado, o que en ese acto solo importa la pulsión de la mayoría. No nos olvidemos y voy a ser bíblico para decirlo, que: El camino al infierno está plagado de buenas intenciones.
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