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  • Foto del escritorDaniel E. Posse

El Síndrome de la Conspiración

Actualizado: 25 ago 2020



Definir qué nos pasa, y por donde nos atraviesa este supuesto síndrome, nos sumerge en un territorio vacilante y muchas veces ambiguo, pero la ambigüedad es un continente muchas veces necesario. Quizás deberíamos entender los significados de las palabras, para poder partir desde ahí, porque los significados contienen un universo lateral y demasiado común. ¿Qué es un síndrome? Sus significaciones pueden ser diversas. Para algunos es un conjunto de síntomas que se presentan juntos y son característicos de una enfermedad o de un cuadro patológico determinado, provocado, en ocasiones, por la concurrencia de más de una enfermedad; pero También para otros, es un conjunto de fenómenos que concurren unos con otros y que caracterizan una determinada situación. Quizá en ambos significados, con sus respectivas significaciones, hemos estado viviendo desde siempre.

¿Qué es una conspiración? Es, sin ninguna duda, un acuerdo secreto contra algo o alguien, especialmente contra el estado o el soberano. Pero no olvidemos que más allá de cualquier interpretación que el soberano no es una persona, es un pueblo, es un una nación. Entonces deberíamos comenzar entender cuáles son las formas de la conspiración, porque así tendríamos en cuenta, que muchas veces somos nosotros mismos, que desde un gesto, una actitud, una proclama, un acto, e incluso desde la inamovilidad somos parte; porque estar inmóvil, silencioso, también es un acto, una posición. Deberíamos tenerlas en cuenta a estas formas, para saber cómo resistirlas. El problema, a mi parecer, es que este síndrome, que ha estado desde siempre, ahora ha recrudecido, se ha vigorizado, se ha alimentado desde los dos lados de una grieta que contiene (quizá, una más que la otra) a minorías, porque la gran mayoría está sumergida en el fondo de una grieta.

Como de la nada aparecen una y otra vez, múltiples e ilimitadas versiones de actos y gestos conspirativos, que nos sacuden, paso a paso, momento a momento. Es un alud que se derrama por las redes sociales, como una peste de chismes, que se han vuelto más sofisticados, porque la tecnología los enmascara y los hace fluir, porque ahora se hacen más difíciles de detectar si son falsos o verdaderos, porque tienen andamios de noticias mentirosas, de fuentes ficticias, que aparecen con la fuerza de una verdad que se instala y echa raíces, siembra dudas, y cosecha paranoias, miedos, odios nuevos y resucita los viejos, entonces el insomnio se habilita feroz y hambriento. Ahí no sabemos a quien creer, que creer, y la duda aguijonea nuestras vidas, nuestros sueños. La consecuencia de todo esto es que ya no sabemos cuál es la verdad, cuál es la mentira, y la duda nos lástima y nos somete a una mayor incertidumbre. No es que no hayamos sufrido desde siempre el síndrome de la conspiración, es que ahora es visceral, instantáneo y sin querer nos hace ver enemigos donde nos los hay, y donde de verdad están, no logramos divisarlos.

Existe toda una escenografía que nos coloniza los sentidos, entonces nos llenamos de rabia, buscamos exorcizarnos de todo los que nos molesta, de todo lo que nos hace ruido, e incluso de lo diferente y diverso, y cuando nos damos cuenta, es tarde, porque hace rato que ya somos parte del odio y de la intolerancia. Nos convertimos en herramientas que siguen un cauce violento, al cual hemos querido combatir siempre, y entendemos un poco tarde que somos parte de eso que combatimos y que hemos resistido siempre.

Quizás la forma de evitarlo sea usar ese método de la duda, pero no dudar de los otros, sino dudar de lo que se dice, como se lo dice, y desde donde se lo dice, y reflexionar profundamente, para no sucumbir y ser presos y cautivos de un síndrome, que nos evita vislumbrar, no la certeza de la conspiraciones, sino la dudas de una verdad subyacente y por cierto relativa pero también única.

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