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  • Foto del escritorDaniel E. Posse

Los Supuestos Ungidos

Actualizado: 9 sept 2020


Vivimos un tiempo, que puede haber sido un eterno presente, pero que quizá hoy lo sentimos como una constante, que también es más evidente, más visible. Vivimos un tiempo donde para algunos lo supuesto dejó de ser potencial para ser algo concreto y real, ser algo presente, y que se torna elástico y en esa conversión, se vuelve una constante que sumerge todo el territorio de lo conocido, y se expande hacia los cuatro puntos cardinales, llenando el horizonte, y en ese acto nos venda los ojos, nos amordaza, nos confunde el pensamiento, y entonces también lo creemos y nos sentimos parte y arte del mismo. Pero claro está que este continente de lo supuesto, tiene dos tipos de protagonistas, los que sienten una suerte de mesianismo que enajena sus mundos, y los que simplemente pierden la noción y se someten. Ambos, desde lugares diferentes. Ambos están ciegos, sordos y hasta han perdido el olfato en muchos casos el habla.

Los primeros, los que sienten que en ellos palpita el mesianismo, creen que eso los hace dueños del mundo, dueños de lo que demás piensan, sienten o quieren. Se vuelven sordos selectivos y solo escuchan sus propias voces, se vuelven feroces, y hambrientos. La gula les brota, desde cualquier lugar, desde cualquier espacio. No se preguntan por los valores, los inventan y acomodan a su propio parecer y necesidad. Sienten que están ungidos, que son los elegidos, y sin querer pecan de todos los pecados capitales. La lujuria toma todas las formas posibles, los retroalimenta hasta despojarlos de la piel y los linajes de lo llano. La satisfacción de su propio placer, del propio deseo, es lo único que les importa. El resto, el entorno, se vuelve para ellos, material de intercambio y de utilidad. La avaricia y la codicia los envuelve, los atraviesa y emana de sus ojos, de sus palabras, de su piel, como un estigma, que los marca, pero ni ellos, ni los otros lo ven, la ceguera selectiva es intensa. Las palabras en ellos se vuelven mentiras, que aparentan verdades, y en ese campo, la tierra humedece con sus propios muertos y otros prestados, la avalancha de iniquidades.

Esos primeros, ostentan en cada gesto una señal de unción, aparatosa, pero vacía como sus almas, recorren los senderos de la soberbia, mostrando una autosuficiencia que de nada sirve al final, porque los espejos solo les devuelven lo que quieren ver, y la ceguera y la distorsión les designa un muerte lenta, sin ninguna precisión de cuándo y cómo ocurrirá. Se vuelven iracundos, y la envidia, les estruja la piel, hasta que los gusanos proliferan, volviéndolos nauseabundos. Dejan todo en un abandono, porque la pereza al final es el único territorio palpable que termina por denunciarlos. Esos, los supuestos ungidos, se vuelven una peste peor, que la que azota al mundo.

Los segundos, quizás más terribles, se vuelven parte de un canibalismo atroz, porque se comen así mismos, en un ritual, que impide ver al otro, ver la impunidad. Quizás deba decir, quienes están allí, en qué lado habitan, pero me permito invitarlos a hacer un ejercicio mental, en el que solo terminaré este texto preguntándote: ¿En qué lugar crees que estas? ¿Sos de los supuestos ungidos o del resto de ciegos, sordos y mudos?....

Daniel E. Posse

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