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UN DIA MÁS…

  • Foto del escritor: Daniel E. Posse
    Daniel E. Posse
  • 7 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 9 jul 2020


Vivimos encerrados, pero al mismo tiempo enajenados, porque el mundo nos atraviesa con sus postales llenas de desasosiego y desesperanza. No es que antes no lo hacía, claro que sí, pero podíamos huir en muchos casos negándonos, desde una presencialidad que se volvía concéntrica y anidaba en gestos, en charlas, en visitas y caminatas, e incluso en encuentros casuales en el mercado. Hoy todo eso se nos niega, solo avizoramos momentos casi instantáneos, donde si salimos miramos a cada rato, en cada tramo de la calle o de las veredas, escondidos a medias detrás de nuestros barbijos, como si con eso estuviéramos protegidos de una peste, que nos obliga a resignificarnos en cada momento.


Los tiempos se alargan y se aletargan, nos levantamos sin tener conciencia a veces ni del día, ni del mes, ni de la semana. Todo se vuelve elástico. Muchas veces la desesperación nos embota, Nos enmudece, nos llena de angustias y de rabias. Nos obliga a sumergirnos en una virtualidad en la que recorremos el mundo desde la ficción y la fantasía, porque la realidad solo nos entrega abrazos ausentes, besos virtuales y miradas por medio de aplicaciones, en las que vemos a quienes amamos, en rostros muchas veces pixelados. Nada es lo que era, nada será como era, nada parece romper ese encierro, que denota lejanías y que connota ficciones.


La consigna es un día más, sobrevivir a un día más, como si con ese acto detuviéramos el tiempo y en el mismo instante viéramos ahí una puerta, que quizás no llevará a sobrevivir. Un día más, hecho de rutinas nuevas y al mismo tiempo viejas. Una rutina ajena y al mismo tiempo propia. Un día más, como si ahí habitara la posibilidad de erradicar la incertidumbre y adquiriéramos la certeza que todo es parte de un mal sueño, de una pesadilla, que se esfumará en cualquier momento. Un día más en el que ya agotamos todo lo pendiente, entonces volvemos una y otra vez a hacer o rehacer lo que podemos, tratando de matar ese tiempo, para que el nuevo día traiga quizá una esperanza.


Las horas pasan, y nos negamos a ver las noticias, pero los muertos cada día son más, aunque nos neguemos a escucharlo, lo mismo nos llegan a los oídos. Donde los infectados son cada día más, pero nosotros no nos detenemos en las cifras de los recuperados, porque hacerlo sería quizá una forma de atenuar los miedos y engrandecer la esperanza, y quizás ya no tenemos ganas. Un día más que se nos abre, y nuestro mundo se reduce a nuestra casa, a nuestros balcones, a nuestros patios y terrazas, si los tenemos, y a mirar por las ventanas, tratando de descubrir que hay algo más que ese día más, uno detrás de otro, sucesivos y casi interminables.


Despierto, como lo hacen casi todos, abro los ojos, no miro los relojes, parecen haber perdido su importancia. Solo importa un día más que sigo agazapado ante el miedo, un día en el que estoy vivo y que lo transito al final con un sentido de letargo, pero que siento que es lo único, lo inmediato, lo accesible de verdad, lo que me queda, lo que me habita, que me sumerge, y que es mío, y que es certero.

 
 
 

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©2020 por Daniel E. Posse

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